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Mario Bellini y Chiara

En 1969, el arquitecto italiano Mario Bellini presentó Chiara, una lámpara de pie plana para Flos recubierta por una capa brillante de acero inoxidable. Cincuenta años después de su presentación, Flos reedita la emblemática lámpara con una amplia gama de tamaños y acabados. Con motivo de ello, el curador de diseño de Flos Paolo Brambilla habla con el legendario arquitecto para desentrañar la inspiración que hizo que surgiese Chiara, los aspectos del diseño que han cambiado desde la década de los 60 y los que no lo han hecho.

Producto Chiara - Designer Mario Bellini - Director Michele Foti - Fotografía Alessandro Furchino Capria, Federico Torra, Piero Fasanotto, Giuseppe Pino - Entrevista Paolo Brambilla - De Flos Stories Issue 2

PAOLO BRAMBILLA: Hablemos sobre Chiara. ¿Cuál fue su proceso de creación?

MARIO BELLINI: Estando un día en mi estudio, me asaltó la idea de que podíamos utilizar la luz en la forma en la que se manifiesta en nuestros entornos y paisajes—nunca directamente, sino con frecuencia a través de las nubes o reflejada en objetos, paredes y superficies. Y, así las cosas, en lugar de decir «venga, vamos a diseñar una lámpara», me dije «vamos a diseñar un dispositivo que pueda tomar la luz de una fuente artificial y la devuelva a nuestros entornos con una cierta inteligencia y delicadeza». Pensar en esta línea fue lo fácil, pero luego venía la parte más difícil: ¿cómo procede uno en estos casos? Cogí unas tijeras, una cartulina grande, y empecé a recortar una forma que pudiese conformarse como un cilindro con un sombrero ancho encima que, cuando se uniese por el lateral derecho e izquierdo, hiciese las veces de reflector de la fuente luminosa alojada en la base. Y así fue la cosa.


PAOLO BRAMBILLA: La lámpara se llama Chiara, que significa «claro», pero realmente hace referencia a algo completamente distinto.

MARIO BELLINI: Siempre me gusta jugar con las palabras y su significado. También me encanta la etimología. Chiara significa algo claro, pero el adjetivo «claro», y sus compuestos, es una palabra que usamos muchísimo a la hora de hablar («quiero ser claro», «aclaremos esto»), y también hay varias expresiones dialectales en la región italiana de Lombardía para expresar la idea de «arrojar luz» que utilizan la palabra italiana chiaro. Chiara es también el nombre de una de mis hijas. 

"Cogí unas tijeras, una cartulina grande, y empecé a recortar una forma que pudiese conformarse como un cilindro con un sombrero ancho encima que, cuando se uniese por el lateral derecho e izquierdo, hiciese las veces de reflector de la fuente luminosa alojada en la base."
– Mario Bellini

PAOLO BRAMBILLA: Cuando creaste esta lámpara, me imagino que la diseñaste con Sergio Gandini. ¿Cómo empezó esta relación con Flos?

MARIO BELLINI: Por aquel entonces, todavía era factible crear algo y pedir una cita para exponer tu proyecto, tal y como ocurrió con el recorte de cartulina que he mencionado antes. Hablabas con una persona que te decía que querían echarle un vistazo y probarlo, y eso fue lo que ocurrió. A partir de ese fragmento de cartulina, pasamos a una gran lámina de acero inoxidable que se cortó de tal forma que se enrollara y formase un cilindro, con tres cortes en el borde inferior que correspondían a los tres aros que hacían las veces de soporte de la lámpara en la que se enroscaba la bombilla. En la parte superior, había un sombrero que sobresalía por los bordes, con una inclinación de 45 grados. Esta fue la precursora del estudio que estamos volviendo a considerar y a producir ahora. Incluso estamos diseñando una familia de distintos tamaños y prestaciones. No se trata de una mera reedición, sino que estamos haciendo algo que realmente nunca funcionó: la Chiara original tenía un perfil decorativo en el borde de la lámina de acero que era un peligro para cualquiera que lo tocase—no se quedaba fijo. Al final, conseguimos hacer que este borde se quedase fijado en el metal y, llegada la ocasión, también aprovechamos para divertirnos creando una familia de lámparas Chiara: la Chiara clásica con unos cuantos detalles y diferencias, una Chiara de tamaño mediano, una Chiara pequeña que es adecuada para colocar sobre un tocador, estantería o un mueble bajo. Si uno lee en la cama, esta Chiara iluminará el periódico o el libro sin que los ojos sufran.


PAOLO BRAMBILLA: Chiara, al igual que muchos otros objetos que has diseñado, se ha convertido en un icono. Aquellos eran los años heroicos en los que todo estaba por inventarse. ¿Qué diferencia hay con el panorama del diseño de hoy en día? 

MARIO BELLINI: En la actualidad, la palabra 'diseño' se ha hecho muy popular. Decimos 'Veo que tienes una casa de diseño', y eso es algo que me hace plantearme muchas preguntas. ¿Qué narices significa 'casa de diseño'? Si por diseño entendemos 'proyecto', tener una casa diseñada no tiene ningún sentido. De hecho, predije que la palabra 'diseño' terminaría por hacer referencia no solo a la mera idea de un proyecto, sino al indicador de un estilo como, por ejemplo, Art Déco. Cuando hablábamos de diseño en aquellos años, creíamos que estábamos haciendo toda una declaración de intenciones. Se dice que la época de los estilos ha llegado a su fin, que ahora la forma sigue a la funcionalidad. Pero la forma prácticamente siempre ha seguido a la funcionalidad. De lo contrario, si nos remontamos miles de años, habríamos conseguido diseñar una silla en la que no podríamos sentarnos. Pero la forma también sigue a la emoción, el significado y los valores. Tomemos como ejemplo a la lámpara Chiara—pensemos en la cantidad de formas distintas que hay de desviar la luz y volver a enviarla en una determinada dirección. En lugar de eso, esta pequeña figura que se ha convertido en un icono con el paso del tiempo, no solo refleja la luz que hay en el interior de su pieza cilíndrica, difundiéndola de forma agradable a su entorno, sino que también tiene un aspecto y una presencia muy gratos. Chiara, por sí sola, llena el espacio y aborda nuestra capacidad emocional para interpretar las cosas.

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Dibujo técnico de la lámpara original
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PAOLO BRAMBILLA: ¿Seguirá habiendo iconos? ¿Hacia dónde vamos?

MARIO BELLINI: La idea de que lo estilos han llegado a su fin es un sinsentido y no se fundamenta en ningún dato histórico ni filosófico ni tiene ningún tipo de concienciación. Estoy contento de que así sea y de que el diseño sea un estilo. Aquellas personas que tengan suficiente talento para diseñar muebles, objetos, interiores y hogares, seguirán haciéndolo. Solo los proyectos diseñados por las personas que utilicen este talento pasarán a ser iconos. Las cosas diseñadas que representan nuestra época y su evolución, que dan significado a nuestras casas, a nuestros espacios vitales y a nuestras oficinas, cambiarán y evolucionarán progresivamente. Por eso, cuando menciono 'estilo de diseño', quiero decir, de forma algo controvertida, que, a pesar de que esa expresión se ha utilizado para delimitar el final de los estilos, paradójicamente ha terminado por ser de hecho, y con razón, el estilo de nuestros tiempos. Y así se recordará dentro de un siglo.  


PAOLO BRAMBILLA: ¿Qué transformación ha sufrido el diseño en los espacios privados los últimos años? ¿Qué transformación ha sufrido nuestra forma de vida?

MARIO BELLINI: Si tengo que responder a la pregunta de si nuestra forma de vida se ha transformado, puedo afirmar sin pensarlo mucho que nuestra forma de vida, nuestras oficinas y nuestra forma de cohabitar en casa han sufrido una transformación drástica. En una ocasión hice una investigación profunda en el fenómeno del trabajo en oficinas. Incluso escribí un libro titulado Office Project, en el que afirmaba que la importancia de estar en un espacio de trabajo consiste en darse cuenta de que pasamos ocho horas en este espacio, sentados en esta silla delante de este supuesto escritorio, y que deberíamos prestar mucha más atención a estos objetos. Por aquel entonces, utilizábamos la expresión 'panorama de oficina', algo que se consideraba una innovación extraordinaria, pero con frecuencia la única respuesta a esta intuición era añadir una planta más o una pantalla adicional. La auténtica solución no consiste en añadir plantas, sino en asegurarse de que la oficina sea un espacio para ti como persona, no solo un espacio en el que trabajas. Cuando estás en la oficina, también vives en ella. La silla debe ser cómoda. Lo que ves a tu alrededor como paisaje no debe ser una abstracción funcional. Por ejemplo, me imaginé que las personas que pasaban tiempo en este espacio deben poder disfrutar de mirar a todos los que pasan por delante. Quizás sea aburrido, pero deben sentir que forman parte de un todo. Además, cuando alguien se acerca a su puesto de trabajo para compartir un rato de cháchara, normalmente suele encontrarse una barrera delante, inventada por algún genio que quería esconder las piernas de la secretaria. Pero impedía que cualquier persona se sentase delante de ti en tu escritorio. Como resultado de ello, cualquiera que se acercase a tu mesa para hablar, tenía que sentarse en la esquina, clavándose la punta de la mesa en la tripa. Así que inventé un acoplamiento redondo para añadir a los escritorios rectangulares normales que bauticé como Planet Office. Al cabo de un mes, este acoplamiento redondo se convirtió en el accesorio imprescindible en todos los sistemas de oficinas que se producían en aquel momento. Todo el mundo lo adoptó. No me enfadé porque me dije a mí mismo: «A lo mejor he inventado algo significativo», y el significado era que, cuando eres alguien importante, la gente que se acerca a verte son personas, no robots y, por lo tanto, si quieren sentarse a charlar contigo, se sientan alrededor de este acoplamiento. Te mueves un poquito y centras tu atención en ellas. Todo esto fue fundamental para la innovación del espacio de oficina.

PAOLO BRAMBILLA: Incluso en nuestros hogares, la llegada de la tecnología, especialmente los últimos años, ha cambiado nuestros estilos de vida, ¿no?

MARIO BELLINI: Voy a plantear una pregunta un poco controvertida: ¿estamos seguros de vivir de forma distinta a como lo hacían los antiguos romanos? Yo diría que no. Basta con echar un vistazo a lo que desvelan las excavaciones arqueológicas—tenían patios, con paseos cubiertos y columnas, un estanque, plantas, las casas tenían dos pisos con escaleras, había ventanas por dentro, rincones en los que cocinaban y, si lo hacían, había sartenes, fuego, pescado, etc. Y había sofás en los que sentarse, más como Trimalción que hoy en día, sentado con más confort. La mayoría de las actividades y las cosas que utilizaban entonces eran las mismas que hoy, porque, a pesar de haber pasado de la época romana a la actual, no hemos cambiado, seguimos teniendo dos piernas, dos brazos, dos manos, dos pies, dos ojos, la misma inteligencia. Nuestra cultura es muy similar a la suya—sus filósofos e intelectuales siguen conformando los cimientos de la cultura europea y occidental. Por eso tenemos que ser precavidos con lo que queremos decir cuando hablamos de evolución y transformación. También está claro que todo cambia porque volamos en aviones, vamos en metro, nos desplazamos en coches. Pero, bueno, antes de los coches estaban los caballos, las carrozas, era lo mismo. Las señoras de la alta sociedad se desplazaban en carroza para exhibir sus modelitos mientras tomaban el té. Todo esto está reflejado en una maravillosa y realmente interesante novela de Marco Romano titulada La Città Delle Donne (La ciudad de las mujeres).


PAOLO BRAMBILLA: Entonces, si nuestros estilos de vida domésticos no están sufriendo ninguna transformación, ¿qué sentido tiene reeditar una lámpara de hace 50 años?

MARIO BELLINI: En esta escala de valores de la que hablamos, 50 años equivalen a 50 minutos. Y, por lo tanto, una lámpara, un objeto, un mueble, etc., de entonces y de ahora son muy similares, a menos que nos refiramos a elementos y plantas que han experimentado una evolución brutal. Pero, hace 50 años, ya existían los coches, y lo siguen haciendo. Quizás ya no haya carrozas, pero las carrozas fueron las precursoras de los coches; los caballos fueron los precursores de las motos. Hasta yo veo que exagero un poco cuando considero la increíble permanencia de cómo vive nuestra civilización. Por eso, creo que es mejor que vayamos poco a poco y pensemos que quizás cada 10 o 20 años las tornas cambian. Seguimos teniendo chaquetas, camisas, corbatas, etc. Son cosas que, por fortuna, han tenido y seguirán teniendo una existencia extremadamente larga.