Paolo Rizzatto
¿Cuándo tuvo lugar tu primer contacto con FLOS?
No se puede hablar de un momento en concreto, sino más bien de una atención y una curiosidad que se han ido definiendo poco a poco desde hace muchos años. Sin embargo, para seguirte el juego, pasaré de la dimensión temporal a la dimensión espacial:
Estamos en Milán, en la calle Corso Europa, en la planta baja de un edificio de oficinas diseñado por Luigi Caccia Dominioni, en la cervecería-restaurante Splügen Bräu.
En un «ambiente muy milanés», pensado «para poner en el escaparate a los milaneses», como afirman los diseñadores, los hermanos Castiglioni. La reminiscencia del vagón restaurante de un tren dialoga con el bastidor abstracto de las instalaciones suspendidas en los tres niveles escalonados de la sala restaurante, envuelta por una cálida penumbra pero animada por una presencia que nos impacta: una deslumbrante constelación de lámparas que cuelgan del techo caracterizadas por una superficie ondulada de aluminio pulido para aumentar el brillo y disipar el calor.
Luego, estas preciosas lámparas serán fabricadas en serie por FLOS con el nombre de Splügen Bräu.
¿De qué manera el contexto cultural de la época influyó en tus primeros proyectos como arquitecto y como diseñador de iluminación?
No creo que un proyecto pueda encajar de manera indiferenciada en distintos escenarios, sino que es precisamente el contexto el que origina y motiva las ideas más incisivas. Para mí, el proyecto siempre ha sido un proceso cognitivo, y este conocimiento se pone en práctica no solo en el detalle, sino también en el conjunto: a escala de hombre pero también a escala urbana y a escala territorial, a nivel local pero también a nivel global.
¿Qué es la luz artificial para ti?
Como nos enseña el teatro, la luz puede transformar completamente la percepción de un espacio. Si se usa bien, enfatiza los relieves, cambia los colores y se convierte en un auténtico material arquitectónico, al mismo nivel que el cemento, el acero, la madera o el cristal, con la diferencia de que la luz es inmaterial, silenciosa, impalpable y, de por sí, invisible: desde este punto de vista, el diseño de la iluminación puede desarrollar una actitud respetuosa con el contexto, no invasiva y en perfecta sintonía con la tierra que nos acoge, con mayor facilidad respecto a otras áreas del diseño.
¿Cuál es el próximo objeto que te gustaría diseñar?
La idea del diseño no es un «a priori», no surge de la intuición ni mucho menos de la imitación, sino del conocimiento de lo que se diseña. Por esta razón, siempre hay una distancia entre el resultado y las posibilidades del tema. Considero que mis diseños nunca están acabados del todo, porque siempre tengo la impresión de que la idea que subyace es más rica que la solución resultante: son, simplemente, la mejor solución dada a un trabajo en un determinado momento. Por ello, tiendo a fantasear y a prefigurar variaciones o avances que podrían enriquecer mi último proyecto recién terminado.
¿Qué responsabilidad tiene un arquitecto con el ser humano y con el futuro de nuestro planeta?
A finales del siglo XVIII, el gran pintor español Goya pintó un cuadro en el que dos adversarios luchan violentamente entre sí pero, cegados por el frenesí de la pelea, no se dan cuenta de que ambos se están hundiendo, lenta pero inexorablemente, en el lodo del devastado campo de batalla. Y precisamente el campo de batalla —llámese la naturaleza, el entorno, la ciudad en la que vivimos, que durante muchos siglos parecían ser el testigo pasivo de las luchas y de las acciones de los hombres— hoy vuelve a ser el protagonista de la contienda, como lo fue en los albores de las civilizaciones, cuando la naturaleza dominaba sobre la masa asustada de los hombres que luchaban por su supervivencia en la tierra. Goya, con la clarividencia propia de los grandes artistas, nos recuerda que los protagonistas contendientes no son dos, sino tres, y que el hombre, con su individualidad, no es el único protagonista. En la actualidad, la competencia es el equivalente a la guerra por los productos de la economía, de la cultura, de la industria y de la información, pero en nada cambia el razonamiento: sus consecuencias recaen con todo su peso sobre el mundo. Y este campo de batalla es con el que, cada vez más, tendremos que enfrentarnos a partir de ahora. Lo hemos descuidado, contaminado, mancillado y herido durante demasiado tiempo.
Al igual que hemos tomado conciencia del carácter finito de los recursos de nuestro planeta, también la particular situación económica y financiera en la que nos encontramos no es más que uno de los factores del proceso al que el diseñador siempre ha tenido que hacer frente y que, lejos de considerarse un molesto e inesperado obstáculo, pasa a ser un estimulante motivo de estudio y una fuente de nueva inspiración.
Y todo esto es válido no solo ahora, sino desde que emprendí mi carrera como arquitecto, consciente de no ser el «centro» del mundo, sino «parte» de él.